Cuando llegas a tu casa por la noche luego de una ardua jornada laboral, activas un apagador y se enciende la luz, pero ese acto tan sencillo, tiene su historia…
El ser humano siempre ha buscado escapar de la oscuridad. El descubrimiento del fuego fue un elemento importante en el desarrollo de la iluminación como la conocemos hoy, pues fue el primer haz luminoso manejado por el hombre, luego combinó el fuego con grasas y aceites animales que prolongaban el tiempo de combustión, hasta que finalmente desarrolló lámparas de aceite, y posteriormente lámparas de gas.
Desde el año de 1802, varios investigadores se avocaron a hacer experimentos para lograr crear una bombilla que utilizara electricidad, pero ninguno lograba que su invento estuviera irradiando luz por un periodo mayor a dos horas, hasta que después de no pocos intentos de muchos investigadores, el 19 de octubre de 1879, Thomas Alva Edison fue quien coronó los esfuerzos de todos ellos, al documentar una prueba donde un filamento incandescente se mantuvo encendido durante varios días. Por tal motivo, ese día es considerado la fecha del nacimiento oficial de la bombilla eléctrica.
La gran virtud de Alva Edison fue la visión que tuvo al culminar este desarrollo hasta patentarlo, por ello, se dice que él no fue el inventor, sino quien patentó este invento. El paso siguiente, de gran éxito también para Alva Edison, fue el poder sellar una ampolla al vacío, con ayuda de una bomba de aire, y cerrarla pegada a la base.
Para coronar su éxito, ya patentado, el inventor presentó al público su invento en la noche de Año Nuevo de 1879 a 1880, haciendo que los postes de luz de la calle donde tenía su laboratorio se encendieran exactamente a la media noche.
Con pocas variaciones, los focos incandescentes se usaron durante muchos años. Mientras los estudios y experimentos para hacer más eficiente el uso de la iluminación continuaron en el mundo. Los focos incandescentes tenían el gran inconveniente que 80% de la energía que consumía se transformaba en calor y sólo el 20% se utilizaba para producir LUZ.
Fue así, como se agregaron algunos gases como halógeno, fluor, para dar paso a lo que conocemos como lámparas halógenas y lámparas fluorescentes que hicieron mas eficiente el mismo principio de transformación de la energía eléctrica en luz. A partir de estos nuevos desarrollos, se lograron las lámparas ahorradoras (CFL lámparas fluorescentes compactas), las cuales lograron reducir hasta un 70% el desperdicio de energía.
Finalmente, se perfeccionó este principio que nos llevó a la bombilla incandescente, retomando un viejo proyecto existente desde principios del siglo 20 y consiguiendo un producto mucho más eficiente y amigable con el medio ambiente, ya que utiliza hasta el 90% de la energía para convertirla en LUZ. Hablamos del diodo emisor de luz, mejor conocido como LED.